No merecías la pena

Y mientras caía el agua ardiente sobre mi cuerpo solo podía pensar en tus manos tocándome, y después, solo sentí frío porque me di cuenta de que tus manos no iban a tocar mi piel nunca más. ¿Cómo se puede ser hielo cuando juntos somos puro fuego?

Y a partir de ahí dejé de sentir, deje de pensar y deje de querer, porque si tu no eras el que me tocaba ya nada ni nadie merecería la pena, ya que otros besos no me sabrían nunca igual que los tuyos porque tu eras el aire que avivaba mi fuego. Y mi fuego se acabó en el momento en el que tu extintor se encendió apagandome por completo. 

El mundo se paro en el momento en el que deje de pensar en tus besos, pero hay algo que no podía olvidar, tus palabras de desprecio. Aún así no pude sacar de mi cabeza tu nombre, que me perseguía allá a donde iba teniéndote presente en cada una de mis noches de soledad, y entonces me di cuenta de que nunca sería capaz de olvidarte por mucho que supiera que no merecías la pena.

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